PAPA FRANCISCO
ÁNGELUS / LA HORA
DE MARÍA
Balcón del Palacio arzobispal, Río de
Janeiro
Viernes 26 de julio de 2013
Viernes 26 de julio de 2013
Queridos hermanos y amigos
Buenos días.
Buenos días.
Doy gracias a la Divina Providencia por haber guiado mis pasos hasta aquí, a
la ciudad de San Sebastián de Río de Janeiro. Agradezco de corazón a Mons. Orani
y también a ustedes la cálida acogida, con la que manifiestan su afecto al
Sucesor de Pedro. Me gustaría que mi paso por esta ciudad de Río renovase en
todos el amor a Cristo y a la Iglesia, la alegría de estar unidos a Él y de
pertenecer a la Iglesia, y el compromiso de vivir y dar testimonio de la fe.
Una bellísima expresión popular de la fe es la oración del Angelus [en
Brasil, la Hora de María]. Es una oración sencilla que se reza en tres momentos
señalados de la jornada, que marcan el ritmo de nuestras actividades cotidianas:
por la mañana, a mediodía y al atardecer. Pero es una oración importante; invito
a todos a recitarla con el Avemaría. Nos recuerda un acontecimiento luminoso que
ha transformado la historia: la Encarnación, el Hijo de Dios se ha hecho hombre
en Jesús de Nazaret.
Hoy la Iglesia celebra a los padres de la Virgen María, los abuelos de Jesús:
los santos Joaquín y Ana. En su casa vino al mundo María, trayendo consigo el
extraordinario misterio de la Inmaculada Concepción; en su casa creció
acompañada por su amor y su fe; en su casa aprendió a escuchar al Señor y a
seguir su voluntad. Los santos Joaquín y Ana forman parte de esa larga cadena
que ha transmitido la fe y el amor de Dios, en el calor de la familia, hasta
María que acogió en su seno al Hijo de Dios y lo dio al mundo, nos los ha dado a
nosotros. ¡Qué precioso es el valor de la familia, como lugar privilegiado para
transmitir la fe! Refiriéndome al ambiente familiar quisiera subrayar una cosa:
hoy, en esta fiesta de los santos Joaquín y Ana, se celebra, tanto en Brasil
como en otros países, la fiesta de los abuelos. Qué importantes son en la vida
de la familia para comunicar ese patrimonio de humanidad y de fe que es esencial
para toda sociedad. Y qué importante es el encuentro y el diálogo
intergeneracional, sobre todo dentro de la familia. El Documento conclusivo de
Aparecida nos lo recuerda: “Niños y ancianos construyen el futuro de los
pueblos. Los niños porque llevarán adelante la historia, los ancianos porque
transmiten la experiencia y la sabiduría de su vida” (n. 447). Esta relación,
este diálogo entre las generaciones, es un tesoro que tenemos que preservar y
alimentar. En estas Jornadas de la Juventud, los jóvenes quieren saludar a los
abuelos. Los saludan con todo cariño. Los abuelos. Saludemos a los
abuelos. Ellos, los jóvenes, saludan a sus abuelos con mucho afecto y les
agradecen el testimonio de sabiduría que nos ofrecen continuamente.
Y ahora, en esta Plaza, en sus calles adyacentes, en las casas que viven con
nosotros este momento de oración, sintámonos como una gran familia y dirijámonos
a María para que proteja a nuestras familias, las haga hogares de fe y de amor,
en los que se sienta la presencia de su Hijo Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario