viernes, 21 de junio de 2013

La llamada - La Sonrisa de Jesús

Una de las historias del libro que comente. para que puedan conocerlo mejor.

Desde niño presentía que iba a encontrar algo grande y mi vida se había convertido en una búsqueda. Quizá era demasiado apasionado pero, no poner todo en lo que ansiaba, me parecía empequeñecer o menospreciar todos mis actos.  Admiraba a Santiago, mi hermano, y juntos habíamos planeado infinidad de proyectos para el futuro.  Ser pescadores del último rincón del Magno Imperio Romano no nos impedida tener las aspiraciones del Pueblo Elegido. Sí, porque Yahvé había formado el pueblo de Israel y lo había hecho depositario de su Alianza.
Desde joven consagré mi corazón entero a Dios y cuando me uní a Juan, el Bautista, creí ver  colmadas todas mis aspiraciones. Aquél sí que era un Profeta, un Elegido por Yahvé.  A su lado se me encendía el alma en ansias de eternidad.  Por eso el día que, señalando a Jesús, pronunció aquellas palabras: Este es el cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo, los pocos rincones en sombra que quedaban en mi interior se vieron anegados  de una luz cegadora.  Ya no pude apartarme de Él y como entendí entonces las palabras de Juan!... Es hora de que Él crezca y yo mengüe.  Aquella tarde su sonrisa me cautivó y sus palabras hallaron un eco maravilloso dentro de mí.
¡Vi a Jesús reírse tantas veces! Yo… que le quería tanto… Desde que le seguí a las orillas del Jordán supe que mi vida tendría entonces un nuevo sentido, el sentido que Jesús quisiera darle.
Jesús reía mucho, sobre todo al ver lo brutos que éramos a veces, cuando no entendíamos el porqué de muchas de las cosas que hacía.  Una de las veces que más lo vi reír fue el día que Santiago y yo, en un ataque de celo, queríamos hacer caer azufre del cielo sobre unos pobres desgraciados que parecía que no se enteraban de nada.  Pero, claro, después nos dimos cuenta  de que los pobres desgraciados que no se enteraban de nada éramos nosotros.  Y Jesús reía mientras nos miraba como diciendo: ¡¡¡Que paciencia!!!
Cuando caminábamos, reía, mientras explicaba una parábola o hablaba del Reino por venir , sonreía . Sonreía siempre, por eso tantos lo seguíamos.
Y nos sonrío cuando nos llamó,  a cada uno nos regalo su sonrisa.  A Mateo, que dejó la mesa de recaudador tal cual estaba, sin mirar atrás.  A Felipe a Tomás… Al pasar los años comentábamos como esa mirada, esa sonrisa, había influido en cada uno.
Y también sonrío a Judas cuando lo llamó, y le sonrió durante la cena, la última, y le sonrió en el huerto… Pero Judas no supo interpretar esa sonrisa y se desesperó.  Si hubiese vuelto… El  guión de la vida de Jesús estaba escrito antes de nacer y Él lo sabía.  Jesús sabía cuál era el papel de Judas en ese guión, lo sabía cuando lo llamó y lo sabía cuando le sonrió.  Si hubiese vuelto… Jesús le habría vuelto a sonreír.  Pero no volvió.
Aun así, Jesús no se equivocó al elegirlo y Él siempre espera; porque Jesús es Dios y la paciencia de Dios es infinita.

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